Mansas, blancas ovejas, luminosos mensajes.
La fugitiva sombra despierta a las palomas
y crea un aire de asombro a la mitad del Hudson.
Claras y decisivas, solemnes esculturas,
en mil palomas mueren las nubes avanzando.
Las nubes, las hermanas mayores de los sueños.
Mármol que ya no es mármol, sino frágil espuma.
La espuma es la paloma que no supo ser ángel.
La nube es el demonio de los ojos del cielo.
Nubes de Nueva York, vertiginosa llama.
La llamarada blanca del deseo inalcanzado.
En Nueva York las nubes frutales de Manhattan
padecen un hermoso delirio de grandeza.
Las nubes/ Efraín Huerta
[México, 1914-1982]
http://www.geocities.com/Athens/Aegean/7407/eh1998.html
http://www.poesia-inter.net/indexeh.htm
http://www.geocities.com/Athens/Aegean/7407/eh.html
http://amediavoz.com/huerta.htm
http://www.los-poetas.com/c/huerta.htm
http://www.sepiensa.org.mx/contenidos/ehuerta/ehuerta.htm
http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/argos/antologi/huerta.html
http://www.poesiaspoemas.com/efrain-huerta
http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=crit.php&wid=29&show=poemas&p=Efra%EDn+Huerta
Contenido
Escena del crimen – Edilberto González Trejos
No vienes si te llamo – Mari Cruz Agüera
Mirar el mar – Sergio Borao Llop
La vieja casa – René Rodríguez Soriano
Escena del crimen
Las huellas dactilares
de una conciencia popular
híbrida
cuelgan en el vacío,
maculadas
de la sangre de la identidad
perdida,
los trozos afilados
de la ruptura generacional
cortan la mano
de la sociedad.
© Edilberto González Trejos
No vienes si te llamo
Apenas sé de ti cuando desnudas
esos bordes oscuros de la noche
y te deslizas –verbo fugitivo-
por las puntas sangrantes de mis dedos.
No vienes si te llamo, tú me nombras
y me arrancas de cuajo los silencios;
Tu presencia es el mar de los caprichos
donde agitas mis manos a tu antojo.
Que no es mío el decir, que yo no hablo.
Tú eres la voz del alma que está viva
y que quiere cantar, y que la escuchen,
mi pluma… solamente su instrumento.
© Mari Cruz Agüera
Mirar el mar
Mirar el mar
al este el norte el sur
pintarlo en el oeste con el fuego
verdoso de las tardes otoñales
Ver el mar devorando a sus crepúsculos
escuchar sus latidos cada noche
sus canciones de espuma y marejada
memoria de otras noches y otros mares
Pintar el mar sumirse en él desembocarse
ebrios de mar amarse desbocarse
Mirar el mar de mar emborracharse
ser orilla y temblor y acantilado
caer caer caer entre las olas
mirar del mar el mar inolvidable
y no poder cruzarlo para verte...
© Sergio Borao Llop
La vieja casa
1
Era del tamaño del mundo
la sala de la casa y, como el océano,
poblado por sus peces,
sus algas y sus rocas, era el patio,
que terminaba donde pastaba el ganado
y algún potrillo perseguía las mariposas
o más allá donde bebían los arco iris.
Era de azul y rosa y olía a geranios,
hierbabuena y azucenas, amplia,
cálida y dulce como el abrazo de mamá
cuando me dejaba o me tomaba de la cama.
2
Tenía rosales y naranjos, peras
muy dulces y zumbadores
haciendo escalas en los imaginarios
aeropuertos de las copas de los árboles;
tenía aguacates, nueces y guamas,
el patio, todo el patio tan grande
de la casa grande donde los gallos
con sus lustrosas plumas
galanteaban al sol y a las gallinas.
Yo me mecía en las ondulaciones
que dejaban los patos al nadar en la laguna.
3
Sonaba como flauta dulce
el melodioso piar de polluelos y pichones.
Brotaban sinfonías de la cocina
o llegaban como ráfagas
desde los tomatales las tonadas
de los trabajadores.
Y en un rincón la radio, las canciones
y el retrato del abuelo.
Era tan grande
y tan pequeño ese espacio tan íntimo,
del tamaño del mundo, la sala de la casa.
© René Rodríguez Soriano
_____________
© mediaIslapoeMARTES 20 de diciembre 2005.-
La fugitiva sombra despierta a las palomas
y crea un aire de asombro a la mitad del Hudson.
Claras y decisivas, solemnes esculturas,
en mil palomas mueren las nubes avanzando.
Las nubes, las hermanas mayores de los sueños.
Mármol que ya no es mármol, sino frágil espuma.
La espuma es la paloma que no supo ser ángel.
La nube es el demonio de los ojos del cielo.
Nubes de Nueva York, vertiginosa llama.
La llamarada blanca del deseo inalcanzado.
En Nueva York las nubes frutales de Manhattan
padecen un hermoso delirio de grandeza.
Las nubes/ Efraín Huerta
[México, 1914-1982]
http://www.geocities.com/Athens/Aegean/7407/eh1998.html
http://www.poesia-inter.net/indexeh.htm
http://www.geocities.com/Athens/Aegean/7407/eh.html
http://amediavoz.com/huerta.htm
http://www.los-poetas.com/c/huerta.htm
http://www.sepiensa.org.mx/contenidos/ehuerta/ehuerta.htm
http://fuentes.csh.udg.mx/CUCSH/argos/antologi/huerta.html
http://www.poesiaspoemas.com/efrain-huerta
http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=crit.php&wid=29&show=poemas&p=Efra%EDn+Huerta
Contenido
Escena del crimen – Edilberto González Trejos
No vienes si te llamo – Mari Cruz Agüera
Mirar el mar – Sergio Borao Llop
La vieja casa – René Rodríguez Soriano
Escena del crimen
Las huellas dactilares
de una conciencia popular
híbrida
cuelgan en el vacío,
maculadas
de la sangre de la identidad
perdida,
los trozos afilados
de la ruptura generacional
cortan la mano
de la sociedad.
© Edilberto González Trejos
No vienes si te llamo
Apenas sé de ti cuando desnudas
esos bordes oscuros de la noche
y te deslizas –verbo fugitivo-
por las puntas sangrantes de mis dedos.
No vienes si te llamo, tú me nombras
y me arrancas de cuajo los silencios;
Tu presencia es el mar de los caprichos
donde agitas mis manos a tu antojo.
Que no es mío el decir, que yo no hablo.
Tú eres la voz del alma que está viva
y que quiere cantar, y que la escuchen,
mi pluma… solamente su instrumento.
© Mari Cruz Agüera
Mirar el mar
Mirar el mar
al este el norte el sur
pintarlo en el oeste con el fuego
verdoso de las tardes otoñales
Ver el mar devorando a sus crepúsculos
escuchar sus latidos cada noche
sus canciones de espuma y marejada
memoria de otras noches y otros mares
Pintar el mar sumirse en él desembocarse
ebrios de mar amarse desbocarse
Mirar el mar de mar emborracharse
ser orilla y temblor y acantilado
caer caer caer entre las olas
mirar del mar el mar inolvidable
y no poder cruzarlo para verte...
© Sergio Borao Llop
La vieja casa
1
Era del tamaño del mundo
la sala de la casa y, como el océano,
poblado por sus peces,
sus algas y sus rocas, era el patio,
que terminaba donde pastaba el ganado
y algún potrillo perseguía las mariposas
o más allá donde bebían los arco iris.
Era de azul y rosa y olía a geranios,
hierbabuena y azucenas, amplia,
cálida y dulce como el abrazo de mamá
cuando me dejaba o me tomaba de la cama.
2
Tenía rosales y naranjos, peras
muy dulces y zumbadores
haciendo escalas en los imaginarios
aeropuertos de las copas de los árboles;
tenía aguacates, nueces y guamas,
el patio, todo el patio tan grande
de la casa grande donde los gallos
con sus lustrosas plumas
galanteaban al sol y a las gallinas.
Yo me mecía en las ondulaciones
que dejaban los patos al nadar en la laguna.
3
Sonaba como flauta dulce
el melodioso piar de polluelos y pichones.
Brotaban sinfonías de la cocina
o llegaban como ráfagas
desde los tomatales las tonadas
de los trabajadores.
Y en un rincón la radio, las canciones
y el retrato del abuelo.
Era tan grande
y tan pequeño ese espacio tan íntimo,
del tamaño del mundo, la sala de la casa.
© René Rodríguez Soriano
_____________
© mediaIslapoeMARTES 20 de diciembre 2005.-
1 comment:
René, me has dejado con añoranzas de la vieja casa
Edilberto González Trejos
"Songo"
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