Friday, May 4, 2007

poeMARTES 014


HAY una cruz de mariposas blancas
en la acendrada soledad que traje desde Eva.

Ayer: era el tercer día de la Creación
de nuestro Amor.
Los árboles crecían sus hojas de sueño.

Hoy: estoy vuelta rosa de sal,
en el perfil de rosas
de mi rosal de Islas.

Elegía Antillana / Aída Cartagena Portalatín

(República Dominicana, 1918-1994)
http://rsta.pucmm.edu.do/biblioteca/Aida/index.htm
http://www.rodriguesoriano.net/micuadernoazulito/pdf/comollorar.pdf
http://usuarios.lycos.es/cielonaranja/aida.htm
http://en.wikipedia.org/wiki/A%C3%ADda_Cartagena_Portalat%C3%ADn
http://proyectoculturalsur.org/blog/?p=139
http://federicochan.tripod.com/
http://www.poesiabreve.com/aidaportalatin.html

Contenido

Mujer Estremecida – Virgilio López Azuán
El útero de la nada – Lidia Elena Caraballo
Ciudad a las 4: p m – Daniel Montoly

Mujer estremecida

I

Te desnudas y quedas inocente,
tierna, al murmullo de mis ojos
Todo se estremece entre los mundos
que devuelven los sentidos...
Una imagen que se eleva
un volcán en llamas, una música lejana
y un olor a madre selva
Te desnudas y me acerco
con tus manos conmovidas
tocas, derramas,
una luz penetrante
que me envuelve, y me quema
que me zampa y que me lleva
que cimbra y que me lame

II

Mujer que en tus labios
de volcanes estás prendida
préstame tu fuego, topa mi geografía
sácame el hielo con tu lengua
recorre mi avenidas
Mujer que en tus labios
temblores se suceden
dame el rubor de tus latidos
y deja que me trague la tierra
que me vuelva loco en las aceras
donde mataron los olvidos
Acuéstame en la playa de tus besos
dame de la libido su alarido
para topar la pasión del cielo
en estallido total del semen

III

Mujer estremecida, asáltame
en esta noche
llega a mi pecho y descubre
cómo anidan los secretos tuyos
levanta tus ojos y con tus manos suaves
en este momento de éxtasis
tócale el clítoris a la Luna
No dejes que se vaya este pálpito
Instantáneo, veloz.
Es clímax, es lluvia
en este manto inocente del tiempo
Acércate a mi cuerpo
y deja tus temblores
descubre algas de metáforas, y rosas
descúbreme la boca con tus besos
y sobre todas las cosas, hazme tuyo
en el momento vital donde vuelan
los secretos de este tiempo

V

Mujer nocturna, que excitada descifras
las sombras que transitan nuestro miedo
Dame tu sed de pasión en esta noche sin recuerdos
dame tu pecho de lava ardiente
quémame la entraña que me muero
en la lenta agonía del despecho
Que se escape tu cuerpo entre mis dedos
que tiemble mi carne y la sangre vuele
que me trague la tierra en este intento
Roza tu cara con mi cara
cierra tus ojos en esta hora
abre mis puertas, corre cerrojos
en este arrebato que me arranca
Que nadie toque las puertas
que nadie mire a este lado
que puede morir cualquiera
con el furor de tu encanto.

© Virgilio López Azuán


El útero de la nada

Sólo la Nada penetra en donde no hay espacio.
Lao Tse, Tao Te King

I

En tu silencio amniótico se coagula el sonido,
ajeno a su dimensión como mermado de permanencia,
y el tiempo se deforma en múltiples burbujas vacilantes,
transmuta la luz su arabesco nebuloso,
pasa, detenida en tu distancia, una luna...
Todo es impulso, el movimiento es falso.
¿Cómo saber que existes desde la nada?

II

Cohabitas con lo posible
desdoblada en tu nulidad,
ínsula entre vahos y latitudes fluidas,
persecución de sueños
yuxtapuestos…
Y la ausencia,
díscola ansia al abandono,
devora los hálitos recordados:
la codiciosa soledad
de los destinos plenos
-ciega certidumbre de la piel
y el duende del corazón.

III

Coexistes con la pulsión
desde el epicentro de la nada.
Deshechas las formas
el ser se adentra en el mar
y es consumido por su inmanencia.
Te creas, con letanía de procesión,
un cuerpo blando
-hecho del impalpable mineral del albor,
y has de nacer un día,
lejos de los nombres y los cantos,
en el único claustro.

© Lidia Elena Caraballo

Ciudad a las 4: PM

La estepa mixtura de sus pies, su desvivir
al escuchar la orquesta del cristal
bajar a prisa de los toldos.
Y ella, dormida
entre las tantas manos tiznadas
por símbolos de humo.
Bailó en secreto
con la mujer y la rueda;
en su eje el vértigo
náufraga las manecillas de los ángeles.
Con canciones de monóxido
duerme a los niños elementales
convirtiéndolos en zombis.
Ella duerme,
ellos duermen en ella
chupando de sus tetas narcóticas,
armados de revólveres y navajas
abren su vientre de loba taciturna.
Serenamente, al otro extremo
las chicas se maduran debajo de los árboles
contándole a cada vagabundo
el rosario de sus penas.
El círculo parece no tener otro fin,
que, el principio de la duda,
porque después de ellas
se escuchara la música de los cadáveres
saliendo de sus muros olor a orines.

© Daniel Montoly

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© mediaIslapoeMARTES 01 de marzo 2005.-

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