Thursday, May 10, 2007

poeMARTES 021

Las chicas de Flores tienen los ojos dulces, como las
almendras azucaradas de la Confitería del Molino,
y usan moños de seda que les liban las nalgas en
un aleteo de mariposas.

La chicas de Flores se pasean tomadas de los brazos,
para transmitirse sus estremecimientos, y si alguien
las mira en las pupilas, aprietan las piernas, de
miedo de que el sexo se les caiga en la vereda.

Al atardecer, todas ellas cuelgan sus pechos
sin madurar del ramaje de hierro de los balcones,
para que sus vestidos se empurpuren
al sentirlas desnudas, y de noche, a
remolque de sus mamás –empavesadas como
fragatas- van a pasearse por la plaza para
que los hombres les eyaculen palabras al
oído, y sus pezones fosforescentes se
enciendan y se apaguen como luciérnagas.

Las chicas de Flores, en la angustia de
que las nalgas se les pudran, como manzanas
que se han dejado pasar, y el deseo de
los hombres las sofoca tanto, que a veces
quisieran desembarazarse de él como de un
corsé, ya que no tienen el coraje de cortarse
el cuerpo a pedacitos y arrojárselo a todos
los que pasan por la vereda. [A las chicas de Flores]

Exvoto / Oliverio Girondo

(Argentina, 1891-1967)
http://amediavoz.com/girondo.htm
http://www.los-poetas.com/e/giro1.htm
http://www.cervantesvirtual.com/bib_autor/Girondo/
http://www.poesia-inter.net/indexog.htm
http://www.poeticas.com.ar/Biblioteca/Antologia_virtual_Girondo/girondoframe.html
http://www.geocities.com/versoados/webpoemas/oliverio_g.htm
http://www.geocities.com/jupagg/poeoligir.html
http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=crit.php&wid=44&show=poemas&p=Oliverio+Girondo
http://usuarios.lycos.es/elpoeta/girondo/index.htm
http://www.poema-de-amor.com.ar/poemas-de.php?autor=383&no=o

Contenido

El vasito de vino rojo – José Alejandro Peña
Metáforas de la silla – Taty Hernández Duran
Ella tejía mi mapa – Daniel Rubén Mourelle

El vasito de vino rojo

Solamente con el corazón
se puede decir que sí a todo
y yo te digo sí con un beso
flamígero

Hielo sobre hielo
y vino rojo
aquella hoguera que nos calentaba
en el invierno de aquel año maldito

Entonces el mundo no era nada.
Los dioses no son nada ante ti.
Yo dije sí para que hubiera sol durante el día
y dije sí de nuevo hasta quedarme muerto.

Yo nada niego que no se afirme
en mí como un cuchillo.
¿Qué es lo que es firmeza presentida
o pasajera que no vislumbre tu corona?

Yo soy la procesión de todo
lo que afirma y se deshace.

Yo me bebo el asombro de tu música callado vigilante
perdido como un fauno en la flora instantánea.


[A Jade Marina Kostenbader]

© José Alejandro Peña


Metáforas de la silla

No es bastante
el convivir
con la madera,
el metal,
el plástico
o la fibra.

Ni es suficiente
que el sudor
traspase
uno o una
o se enfríe
con otra u otro.

Estas dos piezas de carne
persisten en estar allí.

Día a día.
Minuto a minuto.

A veces odian, a veces aman.
A veces simulan carcajadas.
Cuando lo que realmente expresan
es la abulia del cuerpo que las carga.

© Taty Hernández Durán

Ella tejía mi mapa

Aguja y lana
para enraizar tiempos enfrentados

Lámpara y aceite
para alumbrar sobre tierra en tinta

Eran los días de locura aceptada
cuando caminar las calles de octubre
las baldosas en sombra
repetía un continuo agradecer a las ramas

Y los abrigos se iban guardando
y solíamos ir a la plaza
para quedarnos hasta la noche
mirando aquella estatua
su descanso de lanas verdes
la lluvia que el foco de neón humedecía en su piel
todavía más blanca
y su pelo
cuánto más negro

Mirando o rindiendo los ojos
hacia la hilera de árboles imprecisos
al otro lado de la avenida
donde otros corrían su cansancio
más hondo aún
hacia la noche

Eran los días del no hablar
las palabras parecían haberse agotado
hacia finales del invierno
pero claro
y lo sabíamos
aquello no era cierto
éramos nosotros
y la canción de nuestros gestos
o el cansancio ante la eterna fila de nudos
los cruces sin solución
el sudor que acechaba el fin
de aquella caída de neones
la vuelta a casa
la sumisión al párpado

Y ella tejía
me observaba ahí
recortado contra la ventana
confundido casi con el brillo de la guitarra
un brillo tan hábil que capturaba
los escasos rayos que lograban embocar
las hendijas de la persiana
ninguna escapaba mientras
punto tras punto
las sucesivas hileras pretendían pactar
una escala que nos llevara
sanos y salvos
hasta el invierno siguiente

Octubre fue una isla en aquel año
y vivimos en Ítaca
sin dejar de envejecer
y subidos a una tabla de tristeza

Era hija de Penélope
y nadie más

y nos amamos
visto hoy
en el beso de un fantasma

© Daniel Rubén Mourelle
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© mediaIslapoeMARTES 19 de abril 2005.-


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