Saturday, April 14, 2007

poeMARTES 007


Entre los bailarines y su danza
La vi cruzar, a mediodía, el huerto,
Sola como la voz en el desierto,
Pura como la recta de una lanza.

Su idioma era una flor en la balanza;
Justo en la cifra, en el regalo cierto;
Y su hermosura un territorio abierto
A la segura bienaventuranza.

Nadie la vio llegar: entre violines
Festejaban oscuros bailarines
La navidad del fuego y del retoño

¡Ay, sólo yo la he visto a mediodía!
Desnuda esta y al pasar decía:
“Mi señor tiene un prado sin otoño.”


De Sophia/ Leopoldo Marechal

(Argentina, 1900-1970)
http://www.literatura.org/Marechal/Marechal.html
http://www.poesia-inter.net/indexlm.htm
http://www.marechal.org.ar/
http://victorian.fortunecity.com/palace/10/
http://www.poesia-castellana.com/argentinos/marechal.html#a_link

Contenido

Espacio – Silsh
Punto Muerto ( Dead End) – Oscar Portela
Escamas – Luciana Garcés

Espacio

se trata de abrir algo
entre la palabra y el silencio
Roberto Juarroz

Ese espacio que suena
con su carga remota
desde el magma fecundo

pulso del intelecto
de estático vigía
entre la tierra-nudo-aire.

Muñones en los labios
dibujan
con ceniza y calostro
el mudo jeroglífico

a punto de saltar
desde la piedra.

No hay médula que encaje
hasta roer el centro
que se funde

al volcarse en partículas
de memoria sin-fin.

Puede que el verde llueva
en nuestros sueños...

Tácitas las señales
construirán refugios sin paredes
por saber del grito

que brota

desde el vientre del agua.

© Silsh

Punto muerto ( Dead End)

A Víctor Zaza y Enrique Rebull

Era temprano, demasiado temprano,
La diana era blanca como la escarcha
Del invierno, y migraban los días
Como aves, llevadas por los vientos
De los faustos veranos: luego grité:
"abandóname infancia o descíframe tus
Enigmas", pero todo fue en vano: aquí
Estoy poseído por un país de dulces aguas
Y garzas blancas o moras, ya abandonado
Para siempre, para siempre descarnado
Y sin sueños, quieto, inmóvil, sombra
De mi mí mismo, "yo que estuve en toda
la oscuridad, y parte de la luz, o he
sido todo esto", Liza querida, ya para siempre,
solo y a la intemperie de las bárbaras
imágenes que me poseen, en la vigilia
y en los sueños: Erase un pueblo ( ay Loreto )
llegado desde lejana Roma, y aupado por
los ángeles, lejano , inmóvil fuera de todo
todo tiempo, donde bese a mi madre,
tierna, tierna Marina, y al callado , casi
oscuro, casi silencio, Don Modesto Portela,
o padres que me trajeron a estas tribales
tierras, donde pasé la infancia, adentrándome
en la infinitud del dios de los esteros,
y los libros que azolaron mi infancia
como varas de fuego: la sangre de ibérico león
corría por mis venas, toda ella poseída
por la magia, negra o azul, de las mezcladas
razas de mi América: luego, Oscar Ignacio
Portela Bofill, y Molina Gómez de Barreda.
Los punzantes estiletes grabados en la carne
del alma del asfalto, donde el amor , otras imágenes,
hicieron nido en mí, "doloras" y fracasos,
estigmas y entusiasmos, que poco a poco,
hicieron de un niño enfermo y custodiado por
las gracias, el luciferino adolecente de una
una edad de oro, en el cual venían hacia
mí, nuevos padres, amigos que ya no están
y sin embargo sobreviven, y el exilio y la cárcel,
y los aplausos, y rebeldías o claudicaciones
de un alma que había bebido néctares y frutos
de un paraíso perdido, - 1950, y luego, y luego,
las espectrales sombras, los insomnios eternos
como el amor perdido, como la roja muerte que se
llevó a mis padres, yo tigre, yo tauro, y ahora
solo "poeta en tiempos de penuria",
re-escribiendomé a mí mismo, para borrar las
huellas que delatan mi huida, hacia donde, cuando?
Porque a pesar de todo aún respiro, aún mis manos
Transpiran, y aún se posa en mi pecho el candor
Del jilguero que me acunó de niño.

© Oscar Portela

Escamas

Carecen de levedad las nubes
que engrisecen mi horizonte.
Anuncian borrasca y tempestad
mientras jinetean en un mar
turbulento sobre el que oscilan
velas, jarcias, luces y sombras.
El viento se enseñorea del litoral
empujando a las nubes oscuras
para que cabalguen la lluvia y el rayo.
Todo es negritud aquí y ahora,
y, sin embargo, veo tu cara
blanca y distante como una porcelana.
Contemplas la lejanía
ausente de la guerra húmeda
que nos rodea con su manto frío.
Miras el agua y murmuras
una letanía de conjuros,
esperando que regrese del mar
el amante ahogado, el hijo,
el tiempo perdido.
La sal te cuartea la piel
como las lágrimas craquelan
y destrozan los sueños.
Nada viene del mar, nada,
salvo algas que ensucian la arena.
Te veo nereida, sirena varada.

© Luciana Garcés
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© mediaIslapoeMARTES 11 de enero 2005.

1 comment:

Anonymous said...

RYVER

Un poema

De Oscar Portela


Un río de azuladas mieles.

Un río de quimeras que cantaban.

El río de serpientes y de vientos.

Ya corre por mis venas. Y mi sangre.


Ryver.

Canción de atardeceres índigos.

Belleza angelical

Que un Díos cruel contemplaba

Con corazón de témpano.


Un segundo reinaste.

Fue tuyo el orbe. Tuyo.


Mendigos a tu lado

Serafines. Querubes.


Y el mortal que humillado

Se prodiga en malicia.


¿Y que medida sería justa para medir

El tiempo que estuviste en la tierra?

¿Cual era tu medida?


Ni tus profundos ojos

Arcangelicos.

Ni tu boca por donde se entra

Al mito

Y donde canta el héroe insumiso

La infiel chanson profana.

Nos podrían decir lo que en tu corazón

De niño se gestaba.


El mundo era tu cárcel.


Ryber. Ryber.

Para ser libre como un río

Sangraste en mi costado.

Y te moriste

De un relámpago azul

En tus entrañas.

Eras un niño aún.


El niño impío.


Feroz adolescente que no tolera

De oxidados ecos

Los estériles dátiles.


Eras un sol levante.

Un amor que tropieza

Con su sombra.


La carne virginal

Ungida a tiempo que no corromperá

La cruel incuria del pasado.


Y de la imagen eres Oh belleza

Ensimismada en forma de mortal.

Apolo o Marcias.


Ay Ryber.


La arenisca y el cardo.

Y el mundo como el suburbio apenas

De otros lares.


Saliste a caminar.


Eso era todo.


Y fulminado por el dardo avieso

Que penetro tus carnes y alcanzó el corazón.

El alma inquieta pudo llevarte hasta

El umbral sagrado.


Adiós. Adiós.


Tu pelo cae como el río.

Río dorado.

Tus dedos son abejas del estío.

Tus uñas son de nácar.


Y hay un lamento entre tus finos labios.


Todos somos el tiempo

De algún Ryber.


Una canción vaquera es tu cintura.

De puro nardo.


Eres de la prosapia de los hijos

De Adán que se negaron a estar

- En el exilio de otras eras –

Ajenos a su tiempo y solitarios.


Y todo el cielo cuando lo nombrabas

Bajaba hasta tus ojos.


El poniente doraba tus pupilas.

Y eras reflejo de un poder arcano.


Fuente de agua que al salir de curso

Hace brotar los cantos.


Oh frágil niño.

Gentil adolescente.

Ganímedes resurrecto en la alborada.


Acepta ahora este cantar de gesta

De un conterrado extraño


En tierra extraña.

Oscar Portela


27 de mayo del 2007-05-26
Corrientes – Argentina.