Quiero escribir, pero me sale espuma,
quiero decir muchísimo y me atollo;
no hay cifra hablada que no sea suma,
no hay pirámide escrita, sin cogollo.
Quiero escribir, pero me siento puma;
quiero laurearme, pero me encebollo.
No hay tos hablada, que no llegue a bruma,
no hay dios ni hijo de dios, sin desarrollo.
Vámonos, pues, por eso, a comer yerba,
carne de llanto, fruta de gemido,
nuestra alma melancólica en conserva.
Vámonos! Vámonos! Estoy herido;
Vámonos a beber lo ya bebido,
vámonos, cuervo, a fecundar tu cuerva.
Intensidad y altura / César Vallejo [Perú, 1892-1938]
http://www.patriagrande.net/peru/cesar.vallejo/index.html
http://www.geocities.com/Athens/Forum/9770/Vallejo.html http://www.los-poetas.com/b/valle1.htm
http://www.avantel.net/~eoropesa/html/poesia/cvallejo1.html
http://www.tinet.org/~elebro/poe/cesar/cesar.htm
http://www.boletindenewyork.com/poesiavallejo.htm
http://luis.salas.net/indexcv.htm
http://www.palabravirtual.com/index.php?ir=ver_poema1.php&pid=3841
http://hometown.aol.com/njnavarro/page3.html
http://www.analitica.com/bitblioteca/vallejo/prosa.asp
http://www.nidodepoesia.com/vallejo.htm
http://www.letras.s5.com/archivovallejos.htm
http://amediavoz.com/vallejo.htm
Contenido
Marta Sepúlveda – [Sin título]
Fabricio Estrada – Mar adolescente
Guzmán Lavenant – Ahora estoy solo
Alfredo Cedeño – Milagro
José Mármol – Sonidos del alma
. . . .
Nunca estuve más desnuda que hoy frente a ti
aunque hace años no nos vemos
y nuestras pieles han perdido el compás
olvidaron la música
abandonaron la fiesta
Y nuestra casa ya no está en la misma calle donde la vivimos
y dormimos en otras camas
con otras personas
Nunca antes sentí tanta vergüenza de tu mirada
como hoy que no me ves
ni tantas ganas de que el tiempo no hubiera pasado
en una larga temporada de sequía
que nos convirtió en desiertos
Nunca como esta noche
te miré con tanto amor
me alegré tanto de verte aunque estás lejos
aunque ni siquiera sepas que viniste
y me hiciste feliz
al aflojarle el bozal a esa sonrisa tuya
que de inmediato saltó sobre mí
convertida en aguacero de luces indomables
© Marta Sepúlveda
Mar adolescente
Lo único que yo no tenía
era el mar.
Pero es sabido que de la ausencia
hacemos lo real, lo que nos llena,
lo que siempre nos regala una sonrisa.
Cuando faltaban sus olas
subíamos al Momotombo en busca del Golfo,
enormes gaviotas las miradas,
nos quedabamos en su vuelo
hasta que fundidas con el sol,
caían incineradas en las aguas.
Luego, la distancia era noche
y nosotros, regresábamos al pueblo
con el tronar de los pinares.
Odiseo montañés,
temblaba con la idea
de que en lugar de esos bosques
íbamos corriendo bajo el mar.
© Fabricio Estrada
Marginalia
Ob Du kommst, perfektes Aussehen?
Wo wohnt die Liebe?
Wen soll Ich fragen?
...vendrá el tiempo quizá
de sol y el oscuro viento de marzo
agitando las uvas hespérides,
será un rastro de luz
en la sobria madera
que viste esta casa de sueño,
el vacío en las líneas de tu mano
como pájaros huídos al alba,
apenas otra hierba para continuar
por donde ya todos se han ido
sin encontrar otra respuesta.
Vendrás por aquel tiempo, vendrás.
© Alejandro Drewes
Ahora estoy solo
Ahora estoy solo y en mi cuarto,
apenas unos cuadros me acompañan.
Y luego me imagino que me hablan:
Mis abuelos, mis tíos y mis padres.
¿A quién de ellos me parezco...?
Tal vez a un tío, hermano de mi madre;
pero tengo el pelo negro igual que el de mi padre
y sin duda, los labios de mi abuelo.
Y sigo solo, confinado ahora a existir entre paredes,
con mis cuadros, con sus voces y las luces tristes de la tarde
© Guzmán Lavenant
Milagro
Creo en la resurrección de tu verbo
convirtiéndose en la palabra,
tanto como en la de mi carne
cada mañana que despierto a tu lado.
© Alfredo Cedeño
Sonidos del alma
La lluvia sobre el techo de mi casa en la niñez.
Las sandalias de mi padre contra el piso de la sala.
La fuerza del Camú desbordado de tristeza.
Las campanas a las seis en la vieja catedral.
Los caballos del parque y sus carruajes de colores.
El salto y la vejiga de un diablo cojuelo.
La voz de las Moronta, pleito en ristre.
El sollozo de mi madre delirando con mis fiebres.
La brisa reposada sobre los platanales y
el aroma de las ubres, el sabor del asado,
la furia incontenible de los truenos y la sed.
El rocío, sigiloso, envolviendo cada flor.
El timbre de la escuela, la voz del ángel rubio.
El burbujeo lento de los huevos y el café.
La voz que asedia siempre, ese rumor,
la maldita voz de la muerte y sus misterios.
© José Mármol
____________
mediaIslapoeMARTES 28 de agosto 2007.-